Una alternativa
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Resumen
La teoría cognitivista moderna, la cual tiene sus cimientos en la era cibernética, se origina en Estados Unidos en 1956 y propone entender a la cognición como computaciones de representaciones simbólicas. Entiende al conocimiento como un representación atinada de un mundo externo que está dado de antemano, Los modelos representacionales implican un sujeto relacionándose con un objeto que está predefinido. El cuerpo, con sus sistemas perceptivos y motores, es considerado como mecanismo de input y output, y no como un sistema que aporta y es parte de la comprensión central de los procesos cognitivos. Ante esta propuesta de que es la experiencia y la cognición, y teniendo como antecedente lo propuesto, a nuestro entender, fundamentalmente por los fenomenólogos, surge la teoría del enactiva.
La teoría de la enacción, realizada por el neurobiólogo y filósofo chileno Francisco Varela propone, en contraposición a las teorías tradicionales del conocimiento, un rol activo de los organismos en la constitución de su experiencia. Para el enactivismo la conciencia está inscrita en la corporalidad, es la experiencia de un organismo enactuando en un mundo, es un proceso de regulación y desarrollo inscrito en la corporalidad biológica propia de todo organismo. Enactuar es poner en acto, el conocimiento es enactivo porque se adquiere en la propio interacción establecida entre el organismo y el medio ambiente. La cognición es lo que se produce en el acto de ser y hacer en el mundo, es la continua generación de sentido que los organismos producen durante su actividad y acción en el mundo. El conocimiento surge como un continuo en la vida de los seres vivos que en tanto sistemas autónomos enactúan sus mundos significativos plenos de sentido.
El enactivismo se acerca a lo biológico resaltando el rol de la acción, el cuerpo, o las habilidades sensorio-motrices en la experiencia. Se presenta como alternativa a las propuestas tradicionales de sujeto, objeto y su interrelación, al proponer que la experiencia, el significado y el pensamiento, suceden en la continua interacción que se da entre el organismo y el medio ambiente, cuyo resultado es nuestro entendimiento del mundo. El enactivismo no separa el sujeto del objeto ni la mente del cuerpo, propone un solo sistema el cual es en el mundo y con el mundo. Cuestiona la teoría clásica de la representación que propone una entidad mental interna que se relaciona con el mundo exterior a través de lo que se denomina referencia. Para el enactivismo la representación es una función que implica un patrón flexible de interacciones entre el organismo y el ambiente. La conciencia es similar a la experiencia, una acción que se da en la relación que se establece entre el organismo y el medio ambiente.
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La experiencia, una cocreación con el entorno.
Con la intención de llegar a tierra firme hemos explicado al conocimiento y la experiencia reduciéndolos a dos entidades separadas y estables: el sujeto y el mundo, la mente y el cuerpo. Buscando alternativas al pensamiento dualista encontramos propuestas provenientes de diversas disciplinas que nos aportan estrategias para asumir de manera compleja nuestra experiencia; nos proponen abandonar las ideas dualistas que se centran en separarnos en entidades o clases, para asumir las relaciones que se establecen entre éstas; nos invitan a situarnos en los intersticios, en los entres, asumiendo que la tarea que nos queda es descentralizar nuestro pensamiento trasladando la mirada que habitualmente está estática en las entidades a la interacción dinámica.
Para abordar nuestras vidas de manera compleja necesitamos integrar a nuestra experiencia lo biológico, emocional, ideas, cultural y al entorno con sus infinitas expresiones. Crear nuevas palabras, conceptos y teorías sabiéndolas transitorias para habitar y crear un mundo dinámico, diverso y misterioso. Es necesario, si queremos introducir alternativas, reconocer cuáles son las propuestas que habitan nuestra contemporaneidad respecto a la cognición y la experiencia.
En la actualidad hay muy pocos defensores del dualismo mente – cuerpo, pero basta con observar nuestras vidas, creencias y valores para descubrir que esta idea aún es parte de nuestro lenguaje e imaginario. Por otro lado, el dualismo sujeto – mundo exterior es menos cuestionado e incluso reafirmado por propuestas realizadas desde la ciencia, la filosofía y la política. La supervivencia de estos dualismos se puede apreciar en la formulación de la teoría de la cognición más aceptada por las neurociencias y las ciencias cognitivas en la actualidad. Esta sustituye la sustancia inmaterial que para Descartes era la mente, por nuestro cerebro. Para estas disciplinas tan de moda en la actualidad, la experiencia y cognición se reducen a nuestro cerebro, o a lo que él produce.
El objetivo de la neurociencia y de las ciencias cognitivas es la comprensión del cerebro, la mente y de los procesos que de estos devienen, para poder explicar e intervenir en nuestras conductas y procesos vitales. Todas aquellas disciplinas y pensadores que estén interesados en las preguntas por cómo pensamos, sentimos, experienciamos, nos emocionamos, entre otras, recurren obligatoriamente a ellas en busca de respuestas. Debido al interés y financiamiento que en estos últimos 50 años han tenido los estudios del sistema nervioso y el cerebro, por parte de disciplinas como la biología, química, computación, robótica, educación, psicología, política, marketing, matemática, filosofía, medicina, y otras, se ha producido el auge de la neurociencia, el cual se traduce en lo que podríamos llamar un “neurocentrismo”. Esto se hace evidente cuando descubrimos que existen el; neuromarketing, neuroliderazgo, neurocoaching, neurolinguistica, neuroarte, neuroventas, neuroseguridad, entre otras. Para las personas, si algo está relacionado con el cerebro debe ser serio, importante y creíble, más aún, como nos dice en la investigación que realizarán McCabe y Castel (2008), si este texto o estudio va acompañado de imágenes del cerebro, tomografías, resonancias magnéticas y lindos dibujos de neuronas aumenta significativamente su credibilidad.
Todo este neurocentrismo está produciendo que en nuestro sentido común se instale la idea de que nuestra experiencia, lo que pensamos, sentimos y que el mundo se nos aparece, acontece en nosotras gracias exclusivamente al cerebro. Ante esto, las preguntas que surgen son si podemos reducirnos a nuestro cerebro y si esta perspectiva no vuelve a reafirmar el imaginario que instituyó el dualismo de sustancia. Ahora para la neurociencia por un lado está el cerebro, que merece toda nuestra atención y por otro, el resto.
La propuesta establecida en la modernidad respecto del sujeto y su relación con el mundo, descrita en capítulos anteriores, podría entenderse como la base sobre la cual se han elaborado las más influyentes teorías contemporáneas de la cognición. En el libro “Conocer” (1990) el neurobiólogo y filósofo Francisco Varela relata cómo surge entre los años 1940 y 1956 el paradigma cognitivista a partir de las propuestas realizadas por Macy, Alan Turing, McCulloch con su epistemología experimental y Konrad Lorenz con la epistemología evolutiva, entre otros científicos de la mente. El paradigma cognitivista entiende al funcionamiento de la mente de manera análoga al de un ordenador. Esta teoría dio paso en 1956 al cognitivismo, hipótesis que propone entender a la cognición como la computación de representaciones simbólicas. El argumento utilizado, según nos relata Varela, es que la inteligencia supone la capacidad de representar el mundo de cierta manera. La ciencia cognitiva clásica concibe al conocimiento como un sistema que recoge, almacena, recupera, transforma, transmite y actúa sobre la información. Esta información proviene del mundo exterior, existe un proceso de transacción entre el sujeto y el mundo externo. En esta interacción el sujeto juega un rol fundamental al constituirse en el elemento central ejecutando el procesamiento de la información proveniente del exterior. Esta tarea para el cognitivismo está centralizada en nuestro cerebro. El conocimiento es una representación atinada de un mundo externo que está dado de antemano, la tarea es capturar lo que ya está dado ahí. Los modelos representacionales implican un sujeto relacionándose con un mundo que está predefinido y separado de él. El cuerpo, con sus sistemas perceptivos y motores, es considerado un mecanismo de input y output, y no un sistema que aporta y es parte de la comprensión central de los procesos cognitivos.
Siguiendo al filósofo pos cognitivista Alva Noe (2010) el mundo exterior, en estas teorías, ha tenido el rol de contribuir con irritaciones externas o estímulos externos, situando lo que realmente es esencial en la experiencia de las personas en el cerebro. Incluso, lo que sentimos, lo sentimos realmente en nuestro cerebro: cuando tocamos a alguien esa sensación no se da en la palma de la mano, se da en el cerebro. Nadie niega que para sentir lo que se nos presenta necesitamos la acción del sistema nervioso, sin él no es posible la vida humana, pero es claro que no nos podemos reducir a él; somos afortunadamente mucho más que un cerebro.
Solo podemos explicar cómo la actividad del cerebro da lugar a la conciencia cuando nos damos cuenta de que lo que es importante para que haya conciencia no es la actividad neuronal en sí, sino la actividad neural en el contexto más amplio, de la acción y la interacción del animal con el mundo que lo rodea. … Los seres conscientes personifican la experiencia con la ayuda del mundo. (Noe, 2010, p. 71)
Ante las propuestas reduccionistas del cognitivismo y las neurociencias, y teniendo como antecedente lo aportado por los fenomenólogos, surge como alternativa teórica en los últimos años el pos cognitivismo. Dentro de este nuevo movimiento podemos agrupar teorías que integran otras perspectivas para abordar el estudio de las personas, la cognición y la experiencia, estas se nombran; enactivas, extendidas, corporizadas, situadas, dinámicas, interaccionistas. Se considera parte del pos cognitivismo la propuesta enactiva presentada por el propio Varela, que nos invita a concebir la experiencia como acción, es aquello que se produce en la continua interrelación de nuestro cuerpo, incluido el cerebro, con el entorno. La experiencia en cada instante depende de sucesos que se dan dentro del cerebro, pero también de la historia y la situación actual del organismo, de la cultura y el entorno. La cognición y la experiencia son la interrelación constante de múltiples variables.
La teoría de la enacción, planteada inicialmente por Varela en su libro “De cuerpo presente” (1991) propone, en contraposición a la teoría tradicional del conocimiento cognitivista, un rol activo de los organismos en la constitución de su experiencia. Para el enactivismo la conciencia está inscrita en la corporalidad, es la experiencia de un organismo enactuando en un mundo, es un proceso de regulación y desarrollo inscrito en la corporalidad biológica propia de todo organismo. Enactuar es poner en acto, la experiencia es enactiva porque sucede en la propia interacción establecida entre el organismo y el medio ambiente. La cognición es lo que se produce en el acto de ser y hacer en el mundo, la continua generación de sentido que los organismos producen durante su actividad y acción en el mundo. El proceso de cognición no debe reducirse a la recepción pasiva de información y representaciones simbólicas de un mundo fijo. El conocimiento surge como un continuo en la vida de los seres vivos en tanto sistemas que enactúan sus mundos significativos plenos de sentido.
El enactivismo se acerca a lo biológico resaltando el rol de la acción, el cuerpo, o las habilidades sensorio-motrices en la experiencia. Se presenta como alternativa a las propuestas tradicionales de sujeto y mundo exterior al proponer que la experiencia, el significado y el pensamiento, suceden en la continua interacción que se da entre el organismo y el medio ambiente, cuyo resultado dinámico es nuestro entendimiento del mundo. El enactivismo no separa el sujeto del mundo ni la mente del cuerpo, propone un solo sistema, el cual es en el mundo y con el mundo. Cuestiona la teoría clásica de la representación que propone una entidad mental interna que se relaciona con el mundo exterior a través de lo que se denomina referencia. Para el enactivismo la representación es una función que implica un patrón flexible de interacciones entre el organismo y el ambiente. La conciencia no es una función de nuestro organismo, sino que es una acción que se da en la relación que se establece entre el organismo y el medio ambiente. La conciencia para el enactivismo es similar a la experiencia. La operación del cerebro se interesa centralmente en la enactuación del mundo a través de la historia de linajes viables; “…es un órgano que construye mundos en vez de reflejarlos.” (Varela, 1990, p. 108)
El giro hacia la cognición corporizada
Varela, propone el giro acción corporizada y entiende que al hablar de corporizada estamos haciendo referencia a dos elementos centrales. El primero de estos, implica asumir que la cognición es la experiencia que un cuerpo tiene dada sus aptitudes sensorio-motrices. El segundo punto, hace referencia a que las aptitudes sensorio-motrices están encastradas en un contexto biológico, psicológico y cultural más amplio. Al hacer referencia a la acción, se tiene la intención de enfatizar y dejar claro que los procesos sensoriales y motores, la acción y la percepción, están totalmente ligados en la experiencia vivida. No solo lo están haciendo en el momento de la cognición, sino que estos procesos han evolucionado juntos.
La acción guiada perceptivamente.
“Este énfasis en la mutua definición nos permite buscar una vía media entre el Escila de la cognición como recuperación de un mundo externo pre-dado (realismo) y el Caribdis de la cognición como proyección de un mundo interno pre-dado (idealismo). Ambos extremos se basan en el concepto central de representación: en el primer caso la representación se usa para recobrar lo externo: en el segundo se usa para proyectar lo interno. Nuestra intención es sortear esta geografía lógica de “interno/externo” estudiando la cognición ni como recuperación ni como proyección, sino como acción corporizada.” (Varela, et al. 2011, p. 202)
Como anteriormente enunciamos, para el que adhiere a la propuesta de la representación, la cognición comienza en el intento de comprender a la percepción como la instancia donde se recobran propiedades pre-dadas del mundo, para luego procesar esa información. Siguiendo un recorrido distinto, el enactivista comienza por estudiar cómo la persona que percibe puede guiar sus acciones en su situación local. El punto de partida es la estructura sensorio-motriz del perceptor y su interrelación constante con un mundo que lo constituye determinándolo. Esto implica que el perceptor está en continua transformación en función de los acontecimientos ambientales.
Para este enfoque la experiencia no se trata de una persona que está centralizada en su cerebro intentando capturar y codificar un mundo independiente y pre-dado. El enactivismo nos propone atender y poner el foco en determinar los principios comunes de interdependencia entre los sistemas que nos constituyen, los cuales explican cómo la acción puede ser guiada perceptivamente en un mundo dependiente del perceptor. El enactivismo se distancia de la dualidad para proponer una experiencia encarnada en un mundo con el cual se determinan y constituyen. Esta perspectiva filosófica nos propone abandonar la idea de que la experiencia es una instancia de captación y acumulación de información que recibimos del entorno, y pasar a asumirla como continua reactualización. Nuestras mentes y nuestra experiencia se extienden más allá de nuestro cerebro y de nuestra conciencia, estamos en todo nuestro cuerpo que se expresa con el entorno. El mundo se nos expresa en lo que hacemos, comemos, pensamos, procesamos, sentimos …
Referencias
Maturana, H. y Varela, F. (2002). El árbol del conocimiento Barcelona; editorial Universitaria.
Noe, A. (2010 ). Fuera de la cabeza. Barcelona; edición Kairos.
Varela, F. (1990) Conocer Barcelona; editorial Gedisa.
Varela, F. Thomson, E. y Rosch, E. (2011). De cuerpo presente. Barcelona; editorial Gedisa.